Más de una vez hemos dedicado esta página de Pobo de Deus al tema de los Sacramentos. Son los medios a través de los cuales Dios nos incorpora a su vida, nos hace hijos suyos y nos santifica en los diversos momentos de nuestra existencia.
Hoy vamos a referirnos al sacramento de la misericordia, el sacramento que cura las heridas causadas en nosotros por el pecado y nos reconcilia con Dios. Jesús que, en su vida sobre la tierra, se reconciliaba con todos - también con los pecadores- perdonó en diversas ocasiones los pecados de éstos; y más tarde confió a la Iglesia esta misma tarea de transmitir el perdón al pecador arrepentido.
LOS PECADOS COMETIDOS DESPUÉS DEL
BAUTISMO
El primero de los sacramentos es el Bautismo, del que decimos en el Credo: "Reconocemos un solo Bautismo para el perdón de los pecados". Sí, el Bautismo perdona los pecados pero no suprime nuestra fragilidad humana ni nuestra inclinación al pecado; seguimos sometidos a la tentación y, de hecho, caemos muchas veces.
Jesús, amigo de los hombres y pastor bueno, ha querido dotar a su Iglesia con otro sacramento, el de la Penitencia, para perdonar los pecados cometidos después del Bautismo. Un sacramento al que vulgarmente llamamos "Confesión" pero al que el Concilio vaticano II prefirió llamar de un modo más exacto y acorde con la tradición: Penitencia o Reconciliación.
Llamarle Confesión es destacar sólo un aspecto, aunque importante, del sacramento; quizás el aspecto más molesto para el que se confiesa. En cambio, llamarle Penitencia es acentuar ese momento sacramental como la culminación de un proceso de conversión. Llamarle Reconciliación es valorar la iniciativa de Dios que abre los brazos al pecador arrepentido y lo acoge en su infinita misericordia.
LOS ACTOS DEL PENITENTE
En la celebración de este sacramento importa mucho destacar los tres actos del penitente: la contrición, la confesión y la satisfacción.
La contrición nos recuerda una importantísima actitud del penitente: convertirse a Dios después de examinar su conciencia a la luz de la Palabra divina.
Otro acto del penitente es la confesión. El penitente se enfrenta a sus propios pecados, agradece el perdón del Padre y se compromete a seguir fielmente a Jesucristo. El tercer acto del penitente es la satisfacción, tratar de recuperar la plena salud de su vida de gracia realizando obras de misericordia, servicios al prójimo, oración....
Estos actos del penitente pretenden acoger responsablemente el perdón y la misericordia infinita de Dios. Perdón y misericordia que Él nos ofrece a través de la Iglesia en la absolución. Diríamos que es en este momento cuando el Padre de misericordia y el penitente se funden en un abrazo de amor.
Y, para terminar, reproducimos unas palabras de Juan Pablo II en su exhortación apostólica "Reconciliación y Penitencia", donde refiere algunas convicciones fundamentales que debe tener todo cristiano. "La primera convicción -dice- es que, para un cristiano, el sacramento de la Penitencia es el camino ordinario para obtener el perdón y la remisión de los pecados después del Bautismo. En la escuela de la fe aprendemos que el Salvador ha querido y dispuesto que los sacramentos de la fe sean ordinariamente los medios eficaces por los que pasa y actúa su fuerza redentora...Sería insensato, además de presuntuoso... pretender recibir el perdón prescindiendo del sacramento".