El último mes del año en el calendario de la Iglesia no es el mes de diciembre sino el de noviembre. La Iglesia tiene, a lo largo del año, un amplio calendario de celebraciones, y dos de ellas marcan precisamente el carácter cerlebrativo del mes de noviembre. El día de Todos los Santos y la Conmemeoraicón de los Fieles Difuntos.
UNA JORNADA ALEGRE Y FESTIVA
La fiesta de Todos los Santos viene a ser un grandioso homenaje que los cristianos de la tierra tributamos a esa multitud de hermanos nuestros, hombres y mujeres de todas las edades, que viven para siempre gozando de la presencia de Dios en el Cielo. Un destino al que todos estamos invitados. El evangelista Juan nos recuerda estas palabras de Jesús: "En la casa de mi Padre hay muchas estancias y yo voy a prepararos sitio, para que donde esté Yo, estéis también vosotros" (Jn 14,2-3)
Por experiencia sabemos que nuestra actual morada en la tierra es un "valle de lágrimas", donde hay alegrías pero, al mismo tiempo, abundan las penas y sufrimientos. Por eso es bueno levantar con frecuencia los ojos al Cielo.
Y cuando hablamos de levantar los ojos al Cielo no es para desentendernos de la Tierra, pues todos tenemos una tarea que realizar aquí. El mirar al Cielo es, precisamente, para relalizar esa tarea con mayor responsabilidad y entusiasmo.
La solemnidad de Todos los Santos debiéramos vivirla con aire de fiesta. Es un día para saborear anticipadamente el destino feliz que Dios tiene reservado para sus hijos.
UN DÍA PENITENCIAL Y DE SÚPLICA
La otra celebración religiosa, típica del mes de noviembre, es la Conmemoración de los Fieles Difuntos, que tiene su fecha destacada el 2 de noviembre. Día en que la Iglesia nos invita especialmente a orar por esos hermanos nuestros que han dejado este mundo y están pasando por una etapa última de "remisión ante Dios de la pena temporal merecida por sus pecados. Pecados que ya han sido perdonados en cuanto a la culpa". Etapa que llamamos el Purgatorio. Ellos y nosostros somos la misma Iglesia de Cristo. Y nosotros en concreto, podemos ayudarles con nuestros sufragios (oración penitencia, obras buenas), ofrecidos al Señor por ellos.
El llamado "mes de difuntos" subraya la relaidad misma de la muerte, lo cual es bueno, sobre todo hoy que se busca alocadamente el disfrute inmediato de las cosas, olvidando el aspecto ético, la dimenesión moral; se huye de la cruz y se margina esta relalidad diaria y evidente de la muerte. Y es que la muerte, vista sin angustia pero con sentido realista, fomenta la sensatez en la persona humana.
CAMINOS DE SALVACIÓN
En la liturgia del día de Todos los Santos la Iglesia nos propone como texto evangélico el de la Bienaventuranzas. Son caminos seguros que conducen hacia Dios. Es muy importante recordarlas y, sobre todo, tratar de vivirlas.
Llama Jesús Bienaventurados a los Pobres en el espíritu, es decir, a los que saben entregarse generosamente al servicio del prójimo, son humildes y sencillos. Llama también bienaventurados a los sufridos, que saben aguantar con serenidad las situaciones conflictivas de la vida. Llama igualmente bienaventurados a los limpios de corazón, que no andan por la vida con trampas y mentiras, sino que tratan de jugar siempre limpio. Llama, asimismo, bienaventurados a los misericordiosos, a los que sintonizan fácilmente con las necesidades del otro y reparten cariño, ánimo y comprensión. Bienaventurados son también los que construyen la paz, no incordian y controlan sus dichos, gestos e instintos. En fin, llama bienaventurados a los que tienen hambre y sed de justicia, es decir, a los que de verdad buscan la justicia y el bien.
Son caminos que Jesús propone para alcanzar esa meta feliz que llamamos Cielo. ¿Nos decidimos a seguirlos?