Hoy queremos dedicar esta página de Pobo de Deus al matrimonio que, entre cristianos, es uno de los siete sacramentos que Cristo ha dejado a su Iglesia. Y queremos destacar precisamente este aspecto sacramental del mismo; aspecto que no encaja con el montaje comercial y mundano que hoy suele acompañar a las bodas.
Hablar de los siete sacramentos es hablar de siete acciones o signos visibles que Cristo ha dejado a su Iglesia, a través de los cuales se expresa y celebra la presencia invisible del Resucitado en nuestras vidas. El matrimonio entre cristianos es, por tanto, uno de estos siete signos sagrados y merecen un especial respeto y atención.
Recordemos que todo matrimonio, también el meramente civil, incluye estos elementos: unos esposos que se aman, un compromiso de fidelidad mutua hasta la muerte, y la procreación y educación de unos hijos, fruto natural del amor conyugal.
Pero -como venimos diciendo- el matrimonio cristiano es también un sacramento. Ello significa que el amor mutuo entre los esposos, manifiesta y expresa el amor y la entrega fiel e indestructible de Cristo a su Iglesia. La pareja conyugal, en este caso, pone a Cristo como fundamento y sentido de su vida matrimonial, y las dos propiedades esenciales del matrimonio -unidad e indisolubilidad- alcanzan una especial firmeza.
UNA BUENA PREPARACIÓN
Naturalmente, las grandes decisiones que se toman en la vida piden una reflexión previa y una adecuada preparación.
No se trata de complicar las cosas sino de ayudar a los novios a buscar un camino en un clima de sinceridad y diálogo. Se trata de que descubran los valores del amor humano y de que despierten, alimenten y maduren su fe; se trata de facilitarles el tomar una decisión consciente y libre, y de ayudarles a comprender y a vivir el rito de la celebración.
Entre los medios para esta preparación, además del diálogo personal con el sacerdote de su parroquia, está la asistencia al cursillo prematrimonial que suele organizarse en las diferentes zonas de la Diócesis.
¿DÓNDE NOS CASAMOS?
Unos dos o tres meses antes de la fecha de la boda, los novios deben presentarse en la parroquia de actualmente residen (cada uno en la suya), para comunicar su proyecto e iniciar el arreglo de la documentación correspondiente.
La boda debe celebrarse en la parroquia de uno de los dos contrayentes indistintamente. También pude celebrarse en la parroquia en la que van a fijar su domicilio de casados. Eso sí, no es aconsejable elegir una determinada iglesia para la boda por motivos puramente suntuarios y decorativos.
Finalmente, a los fotógrafos y filmadores se les pide discreción y oportunidad. No invadan espacios sagrados ni distraigan el clima religioso de la celebración.