LLEGÓ EL VERANO: ¿QUÉ HACEMOS?

Por fin hallegado el verano con el novilunio del mes de junio. Ha llegado después de un período largo de inestabilidad atmosférica.
Ahora bien, decir verano es decir vacaciones, playa, descanso, viajes...Porque de todo esto tiene el verano más que otras estaciones del año.
Lo importante, como solemos decir, es que programemos bien nuestro verano, los jóvenes y los adultos. Un estudiante, más aun si ha suspendido alguna asignatura, deberá pensar en dedicar 2 ó 3 horas diarias al estudio. Y no por ello se le chafa el verano, pues aun le restan cada día 21 horas para dormir, comer, jugar, ir a la playa o divertirse con los amigos.

LA IMPORTANCIA DEL DESCANSO

Hoy la vida se mueve a un ritmo acelerado, el reloj nos tiraniza, los nervios se nos crispan y pronto sentimos agobio y cansancio. Por eso necesitamos un tiempo de descanso para reponer fuerzas y recuperar la paz.
¿Cuál es el mejor descanso en el verano? Sin duda, un cambio de ocupación y de ambiente, sin preocupaciones urgentes. Es bueno dormir más, practicar algún deporte y respirar hondo... el verano también se presta para leer aquel libro que no pudimos leer durante el período laboral, o para participar en algún cursillo de tipo cultural o religioso, o para peregrinar a Santiago, en este año Santo, o para vivir unos días a la sombra de un monasterio, respirando alegría y paz junto a los monjes. Es bueno también el viajar y tomar contacto con otras tierras y culturas para ensanchar el horizonte de nuestra vida y crecer en apertura y comprensión.

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Hablando en lenguaje cristiano, veamos las vacaciones como un regalo de Dios y un tiempo de gracia. No se trata de no hacer nada en este tiempo, sino de hacer cosas distintas a las habituales y hacerlas sin que las circunstancias fuercen a uno. El no hacer nada produce aburrimiento.
Bién estaría, por ejemplo, que durante el verano dedicáramos un tiempo a sevicios sociales gratuitos. Ello estaría muy en sintonía con el Evangelio y proporcionaría al individuo una íntima satisfacción que no se paga con dinero. Sabemos, incluso, de jóvenes cristianos que pasan sus vacaciones en algún país del Tercer Mundo trabajando junto a los misioneros católicos. Quieren vivir la experiencia del servicio desinteresado a los demás, tal como Jesús hizo y aconsejó.
En fin, ojalá sepamos ser felices durante el verano sin dar de lado al Espíritu. Recordemos que el cristianismo auténtico nunca es aguafiestas. Llegó el verano: ¿qué hacemos?