LA SOLEMNIDAD DE CRISTO REY

                                                         
         
                Este domingo, día 24, es el último domingo del año en el calendario de la Iglesia; y el mes de noviembre es también el último mes de dicho año. Podemos hablar, por tanto, de dos años: el año civil, por todos conocido, que empieza el 1 de enero y el año eclesiástico o año litúrgico, que empieza con el primer domingo de Adviento, el próximo 1 de diciembre.
                                                                                                             El año civil pretende situar en el tiempo los acontecimientos de la vida humana. El año eclesiástico o año litúrgico tiene un carácter pedagógico: nos va proponiendo de forma organizada los acontecimientos más importantes de la vida de Cristo y su mensaje salvador, para que los meditemos y celebremos.

                         UN TÍTULO QUE LA IGLESIA NO HA INVENTADO

                   Efectivamente, el título de Rey aplicado a Cristo no es algo que la Iglesia haya inventado.   Lo que recordamos y celebramos en este domingo es algo de lo que Jesús habló repetidas veces en su vida pública, valiéndose de bellísimas parábolas. Lo curioso es que una de las veces en que dijo expresamente "yo soy rey" fue en presencia de Poncio Pilato, el Gobernador romano, un hombre que entendía la autoridad como un dominio sobre los demás. Pero ¡atención! Jesús añadió estas palabras esclarecedoras: "Mi Reino no es de este mundo", no es como lo de este mundo. En mi Reino se fomenta siempre la justicia, la verdad, el amor, la paz.... Y no pretendo imponer a nadie mi doctrina, respeto la libertad de cada uno: He venido a traer al mundo un estilo de vida nuevo, una forma diferente de tratar a las personas. Si queremos que haya paz y se respeten los derechos humanos, es necesario cambiar el corazón, destruir el egoísmo y plantar en su lugar el amor, un gran amor a Dios y al prójimo.
                         LOS GRANDES VALORES DEL REINO DE DIOS

    En el Evangelio se nos recuerda el Juicio de Dios sobre el mundo al final de los tiempos ¿De qué se nos va a juzgar? Se nos juzgará fundamentalmente del AMOR. Se nos preguntará si dimos de comer al hambriento y de beber al sediento; si acogimos con cariño al forastero y consolamos al que estaba triste, si aconsejamos con amabilidad al que lo necesitaba...
                                                                                                                  A lo largo  de cada día todos tenemos ocasión de tratar con diversas personas. ¿Sabemos ver en cada una de ellas a un hijo de Dios, a alguien a quien Dios ama?
                                                                       Impresiona ver cómo Dios ha querido solidarizarse tan profundamente con todo ser humano a través de Jesucristo. La segunda persona de la Santísima Trinidad, el Hijo, sin dejar de ser Dios, asume nuestra naturaleza humana y se hace verdadero hombre, igual a nosotros en todo, menos en el pecado.
                                                                                       Vivimos en una sociedad plural, en la que hay creyentes y no creyentes; en la que existen maneras muy diversas de pensar y estilos diferentes de vida. Debemos respetar a todos, pero no podemos compartir aquello que se oponga a la Ley de Dios.
Es verdad que el ser fieles a la Ley divina puede en ocasiones traernos incomprensiones y burlas, pero no por ello debemos ceder. Ya Jesús en el Evangelio ha dicho que nos perseguirán o se reirán de nuestra forma de vida, pero no por eso hemos de angustiarnos, pues otro tanto han hecho con Él. Y el discípulo -añadió- no es más que su Maestro.
                                                                                    Hagamos caso al Señor que nos invita a vivir los grandes valores del Reino de Dios: la humildad, el servicio a los demás, la verdad, el amor, la justicia, la paz... Si lo hacemos, estaremos prestando un gran servicio a nuestra Tierra y estaremos preparando de verdad el gran encuentro con Dios al final de nuestra vida temporal. Sin olvidar nunca que el gran tema del que seremos juzgados es el AMOR