SE ACERCA LA CUARESMA

                                          
    
               El próximo miércoles, con la imposición de la ceniza, iniciamos los cristianos el tiempo de Cuaresma. Y ¿ qué es la Cuaresma? Es un tiempo de 40 días que la Iglesia dedica especialmente a la oración y a la penitencia. Se trata de imitar a Jesús que, antes de iniciar su vida de intenso trabajo apostólico, pasó 40 días en un lugar retirado orando y haciendo penitencia.

      Todos necesitamos hacer con frecuencia revisión de nuestras vidas y preguntarnos cómo vivimos.
Nos llamamos cristianos, es decir, seguidores de Cristo, imitadores de Cristo. Bien, pues Él, como decíamos, pasó 40 días en  un lugar solitario dedicado al trato con el Padre y a hacer la penitencia. Y de esta experiencia saldría fortalecido y con una voluntad decidida a cumplir la misión que se le había confiado.
                                                     UN CLIMA DE SILENCIO

               En la Cuaresma el Señor nos invita también a cada uno de nosotros a retirarnos al desierto. No se trata de que abandonemos nuestra casa o nuestro trabajo de cada día y nos vayamos a vivir en un sitio despoblado y solitario, no. Recordemos que algo propio de un desierto es el silencio. Y ese silencio hace del desierto un buen ambiente para reflexionar. Cuando visitamos un monasterio, allí encontramos un clima de silencio y de paz: no se oyen gritos ni ruidos molestos. Hay mucha paz y, por eso, allí es más fácil orar o sentir la presencia de Dios.
                                                                                              ¡Qué buen momento es la Cuaresma para leer más el Evangelio! Sí, la Biblia y concretamente el Evangelio no es algo para estar de adorno en una biblioteca. Es para leerlo despacio, con paz, y meditarlo mucho.

                                                     ABUNDAN LAS TENTACIONES

    Jesús, estando allí en el desierto, experimentó la tentación. La tentación en sí no es algo malo. Lo malo es dejarse llevar de la tentación y caer en ella.
                                                                                          Son muchas las tentaciones que a todos nos asaltan diariamente. Una de ellas por ejemplo, es la tentación de tener cosas: que mi piso sea de lo mejor, que no le falte detalle; estar al día en toda clase de aparatos domésticos; vivir cómodamente...
La tentación de tener más y más cosas, aunque muchas de ellas no son necesarias. Y, en cambio, no nos preocupamos por ser personas: ser honrados, serviciales, amables, más pacientes, etc.

      Convenzámonos de que todas las cosas materiales juntas no son capaces de hacernos plenamente felices. Hay países que son pioneros en eso que llamamos "la sociedad del bienestar", donde la gente tiene resueltos los problemas de salud, vivienda, empleo, jubilación.... Pues bien, se dice que en alguno de esos países el mismo gobierno ha hecho un llamamiento a las comunidades cristianas para que atiendan a bastantes personas que no necesitan bienes materiales, pues los tienen en abundancia, pero, en cambio, sienten angustia, tristeza, soledad, etc., y hasta llegan a pensar en el suicidio. No son felices sólo con tener cosas. Es que en nosotros hay otras capacidades vitales que necesitamos llenar y que no se satisfacen a base de cosas y más cosas. ¡Qué razón tenía San Agustín cuando decía hablando con Dios: "Nos hiciste, Señor, para Ti y nuestro corazón no descansa hasta que vuelva a ti"!