EN LA SOLEDAD DEL MONTE

                                                  
    Todos, en mayor o menor grado, tenemos experiencia de lo que es sufrir. Y si alguien no la tuviere, diríamos que le falta algo importante en la vida, algo que ayuda a madurar como persona.
Las personas que sufren necesitan encontrarse, de vez en cuando, con alguien que las escuche y así poder desahogar; o tal vez dejar por un tiempo el lugar o el ambiente en que viven y encontrarse en otro distinto. 
                                             EL DIÁLOGO AMISTOSO CON DIOS

        Dura fue la vida pública de Jesús. Sí, es verdad que mucha gente del pueblo se acercaba a Él con entusiasmo y lo escuchaba atentamente, sin embargo, sus palabras resultaban con frecuencia molestas para los mas poderosos del país, que pensaban en la forma de deshacerse de Él; y así hicieron circular insultos, desprecios y hasta columnas contra su persona. En tales circunstancias, una salida típica de Jesús era retirarse por algún tiempo con sus discípulos a un lugar solitario para encontrarse con el Padre y también hacer una oportuna reflexión con ellos sobre el particular.

   Un caso típico es el que nos refería el evangelista Mateo en la liturgia del II Domingo de Cuaresma: Jesús se retira con tres de sus discípulos a la soledad de un monte para allí orar. Los discípulos se encontraban tristes porque el ambiente que se respiraba no era favorable a su querido Maestro y porque, además, el mismo Jesús les había dicho expresamente que le esperaba una muy dolorosa pasión y muerte en Jerusalén, pero que al tercer día resucitaría. Ellos quedaron muy afectados por lo primero pero no se fijaron en lo de resucitar al tercer día. Y es en esta situación cunado Jesús les invita a unas horas de soledad en el monte. Y aquí, mientras oran, viven una experiencia nueva e impresionante; una experiencia que les devuelve la alegría y la esperanza. Ven a Jesús transfigurado, "su rostro brillante como el sol y sus vestidos blancos como la luz". Y se dan cuenta de que algo superior y divino hay en este hombre al que ellos siguen. Y su tristeza se cambia en intensa alegría.

                                       LA CUARESMA, ENCUENTRO CON DIOS
                                                        Y CON UNO MISMO

   Dentro del año cristiano nos encontramos ahora celebrando el tiempo de Cuaresma. Un tiempo que invita a una especie de retiro espiritual, a subir al monte del silencio y hacernos nosotros mismos preguntas como estas: ¿Quién soy yo?, ¿ de dónde vengo y hacia dónde voy?, ¿ qué sentido le estoy dando a mi vida? ¿ por qué cosas lucho?, ¿soy de verdad feliz? Sí, necesitamos hacer una parada en nuestro caminar por la vida y revisar con paz la lista de nuestros deberes como personas y como cristianos, y vivir un encuentro filial con Dios.
                                                                                              Hoy el ambiente que se respira en la calle no es el mejor para vivir como cristianos, fieles al Evangelio de Jesús. Necesitamos pasar por un trato familiar y frecuente con Dios, nuestro Padre, y acercarnos a dos grandes sacramentos que Jesús nos ha dejado: la Penitencia y la Eucaristía. Todos queremos ser felices, pero la autentica felicidad surgirá en nosotros cuando nos encontremos con nosotros mismos y con Dios en un clima de silencio interior.