SIETE TENTACIONES A EVITAR Y SUPERAR

Traemos hoy a esta página de Pobo de Deus, de forma resumida, palabras del Papa Francisco en el discurso que pronunció el pasado 29 de abril en el Cairo durante el encuentro de oración con el clero, religiosos, religiosas y seminaristas. Señala el Papa siete tentaciones que debemos evitar y superar.

  1. La tentación de dejarse arrastrar y no guiar. El Buen Pastor tiene el deber de guiar a su grey (Jn. 10, 3-4), de conducirla hacia verdes prados y a las fuentes de agua. No puede dejarse arrastrar por la desilusión y el pesimismo.
  2. La tentación de quejarse continuamente. Es fácil culpar siempre a los demás: por las carencias de los superiores, las condiciones eclesiásticas o sociales, por las pocas posibilidades.
  3. La tentación de la murmuración y de la envidia. Y ésta es fea. El peligro es grave cuando el consagrado, en lugar de ayudar a los pequeños a crecer y de regocijarse con el éxito de sus hermanos y hermanas, se deja dominar por la envidia y se convierte en uno que hiere a los demás con la murmuración.
  4. La tentación de compararse con los demás. Compararnos con los que están mejor nos lleva con frecuencia a caer en el resentimiento; compararnos con los que están peor, nos lleva, a menudo, a caer en la soberbia y en la pereza. Quien tiende siempre a compararse con los demás termina paralizado.
  5. La tentación del "faraonismo". -Estamos en Egipto!-, es decir, de endurecer el corazón y cerrarlo a los demás. Es la tentación de sentirse por encima de los demás y de someterlos por vanagloria, de tener la presunción de dejarse servir en lugar de servir.
  6. La tentación del individualismo. Es la tentación de los egoístas que por el camino pierden la meta y, en vez de pensar en los demás, piensan sólo en sí mismos, sin experimentar ningún tipo de vergüenza, más bien al contrario, se justifican. El individualismo es, en cambio, motivo de escándalo y de conflicto.
  7. La tentación de caminar sin rumbo y sin meta. En realidad, el consagrado, si no tiene una clara y sólida identidad, camina sin rumbo y, en lugar de guiar a los demás, los dispersa.
                    Hacer frente a estas tentaciones no es fácil, pero es posible si estamos injertados en Jesús... La calidad de nuestra consagración depende de cómo sea nuestra vida espiritual.