LA IGLESIA: CONOCERLA Y AMARLA

A lo largo del año la Iglesia en su liturgia nos invita a conocer y a celebrar los diferentes misterios de nuestra fe.
                 Pero hoy vamos a dedicar esta página a la misma Iglesia, cuya realidad los cristianos confesamos como otra gran verdad de nuestra fe. Por eso en el Credo decimos: Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.
                                           Sin pretender, ni mucho menos, agotar el tema, en esta página de hoy queremos responder brevemente a esta pregunta: ¿Qué es y cómo es la Iglesia?

                                   UNA REALIDAD VISIBLE CON
                                     PRESENCIA EN EL MUNDO

    Sí, en la Iglesia hay un aspecto externo, que salta a la vista de todos, cristianos y no cristianos: tiene una organización territorial (las diócesis y parroquias), tiene una autoridad jerárquica presidida por el Papa de Roma. La Iglesia tiene multitud de templos donde los cristianos se reúnen para celebrar su fe y escuchar la Palabra de Dios, muchos de estos templos (como las diversas catedrales), son obras de un valor artístico excepcional.
                                                       Pero la Iglesia no actúa sólo en el ámbito estrictamente religioso. La Iglesia trabaja muy intensamente en el terreno de la enseñanza, de la salud y de la pobreza. Ella regenta importantes universidades y multitud de colegios y escuelas donde se forman miles y miles de jóvenes y niños de todo el mundo; ella está presente en tantos hospitales y centros de salud, reviviendo así aquella cercanía y acción sanadora de Jesús en su vida pública. Y la Iglesia, por supuesto, está muy cercana a los pobres y necesitados con tantas residencias de ancianos, orfanatos y organismos, como Cáritas, que viven dedicados expresamente a este amplio sector de la sociedad.

                                   LA VIDA ÍNTIMA DE LA IGLESIA

  Pero toda esta realidad externa y visible no lo es todo en la Iglesia. Lo más importante es lo que no se ve. Sí, lo más importante es Cristo mismo, cabeza y fundador de la Iglesia, visiblemente representado por la persona del Papa. Igualmente importante es la presencia del Espíritu Santo, alma de la Iglesia, que la vivifica y anima. La Iglesia tiene conciencia de esta presencia, por eso lo invoca con frecuencia, sobre todo en los grandes acontecimientos de su historia sobre la tierra.

   Lo que distingue a la Iglesia de cualquier otra sociedad es que existe por iniciativa del mismo Dios. Asi. el Concilio Vaticano II dice que la Igleisa es un proyecto de Dios Padre, ejecutado en el tiempo por el Hijo, que vive y se prolonga en la historia por la acción del Espíritu Santo.

   Es un proyecto del Padre. En la Biblia se nos recuerda que Dios creó el universo y creó también al ser humano y lo quiso elevar a la categoría de hijo suyo, haciéndolo partícipe de su vida divina. Pero el hombre pecó, fue infiel al plan de Dios. Sin embargo, Dios no por eso lo abandonó a su propia suerte y prometió enviar un Salvador que fundaría un nuevo pueblo, el pueblo de Dios, la Iglesia.

  Ejecutado por el Hijo. Ese Salvador del que tanto hablaron los profetas del Antiguo Testamento, es Cristo. Él invitó a todos a convertirse y puso las bases de la Iglesia, encargada por Él de continuar su misión redentora a través de la historia.

  El Espíritu Santo, anunciado por Jesús, vino sobre aquella primitiva Comunidad el día de Pentecostés y le dio e empujón definitivo para que iniciase su expansión por todo el mundo predicando el Evangelio.
                                        Los cristianos sintiéndonos Iglesia, amémosla y, siendo fieles al Evangelio, hagamos atractiva su presencia en todo el mundo.