¡EL SEÑOR HA RESUCITADO, ALELUYA!

                                                    Es la gran noticia que la Iglesia pregona estos días en suma liturgia. Y para que este mensaje pascual sea también visible, en el presbiterio de nuestras iglesias ocupa un lugar destacado el Cirio Pascual, que simboliza a Cristo Resucitado. La Pascua es la gran fiesta cristiana, la madre de todas las fiestas. El apóstol Tomás y sus compañeros no esperaban, en un principio, que su Maestro resucitara; mas bien, se hallaban tristes y muy preocupados al ver que las autoridades lo habían condenado a una muerte atroz: nada menos que clavado de pies y manos en una cruz. Pero, ¡Que sorpresa! Al tercer dia de su muerte, el Señor se les mostró resucitado y en gloria. Y naturalmente, su tristeza se transformo en inmenso gozo. Es mas, durante cuarenta días el Señor siguió mostrándose a sus discípulos, dialogando con ellos y completando su formación de cara al nuevo Pueblo de Dios, del que ellos serian los primeros maestros y pastores con Pedro a la cabeza.

                              LA BASE DE NUESTRA FE CRISTIANA

   Fue tan profund y viva esta experiencia en los apóstoles que, desde entonces hablaran con insistencia de Cristo Resucitado y pondrán este misterio en la base de nuestra fe cristiana: "si Cristo no ha resucitado, - dirá San Pablo a los cristianos de Corinto- vana es nuestra fe, inútil vuestra esperanza, seguís aun en vuestros pecados". Y todos los apóstoles darán un dia su vida  por defender y propagar esta fe en el Resucitado.
                                                           Y es también, a partir de la Resurrección de Cristo cuando empieza a formarse una nueva Comunidad, la Iglesia, que ira creciendo constantemente con la pretensión de alcanzar los rincones mas remotos de la tierra. Todos los seres humanos estamos llamados a integrarnos en ella.
                                                  Pero también es interesante saber que condiciones deben darse en una comunidad que cree en Cristo Resucitado, para ser una autentica comunidad cristiana. ¿Como vivían los integrantes de la primitiva Comunidad, presidida y animada por los Apóstoles?

                                    DOS CARACTERÍSTICAS: FE Y FRATERNIDAD

     La respuesta la encontramos en el capítulo segundo del libro de los Hechos de los Apóstoles: tenían una gran fe en Cristo Resucitado y vivían muy unidos entre si. Lo primero es esencial para sentirse miembros de una comunidad en la que Cristo vive y es cabeza de la misma. Lo segundo es consecuencia de esa fe. Desde luego, llamaba la atención de todos aquella unión que existía entre los primeros cristianos y que los llevaba a compartir sus vidas y sus bienes con los demás, especialmente con los pobres y necesitados.
                                                Fe y fraternidad, dos características de la primitiva comunidad cristiana. Dos características que debieran darse también hoy entre nosotros.

      La sociedad  actual necesita una gran reforma en muchos aspectos: aumenta el bienestar social pero, sin embargo, sigue habiendo muchos pobres (pobreza física y pobreza moral) necesitados de ayuda urgente. Ahora, esta sociedad no la van a cambiar necesariamente los políticos, sean de derechas o de izquierdas. Ellos juegan un papel también importante en esta tarea. Somos los cristianos, no como partido político (que no lo somos), sino como creyentes en Cristo Resucitado, plenamente integrados en esta sociedad, los llamados a comunicarle los valores del Evangelio que la hagan una sociedad verdaderamente nueva.