Nos encontramos en tiempo de Pascua. Para los cristianos la Pascua es la mayor de todas las fiestas. Tanto es así que celebramos no un solo día sino durante cincuenta días.Y durante este tiempo la Iglesia en su litúrgia canta con júbilo: "¡El Señor ha Resucitado y vive con nosotros, aleluya!". Esta es la gran noticia que, desde hace veinte siglos, sigue pregonando por todo el mundo y en todas las lenguas de la tierra.
La Resurrección de Jesucristo ocupa el centro de nuestra fe cristiana. Nosotros somos discípulos de un Crucificado, pero lo somos -sobre todo- de un Resucitado.
LA EXPERIENCIA MÁS FUERTE
DE SUS VIDAS
Lo Apóstoles, que acompañaron a Jesús en los últimos años de su vida mortal y presenciaron el entusiasmo con que el pueblo acogía su persona, se sintieron duramente fracasados al verlo morir en una cruz. Y en esta situación de tristeza y amargura sólo pensaban en huir de la gente, abandonar Jesrusalén y volver sigilosamente a su tierra de origen. Pero es también entonces, al tercer día de su muerte, cuando de forma inesperada el Señor se les muestra vivo. Y esto cambia radicalmente sus vidas; se les abren los ojos y, con estusiasmo desbordante, gritan: "¡El Señor vive, ha Resucitado, está con nosotros!". Fue la experiencia más fuerte e inolvidable de sus vidas. Y es aquí también cuando nace la Iglesia, el nuevo Pueblo de Dios.
EL CIRIO PASCUAL
Durante los cincuenta días que dura la Pascua preside nuestras celebraciones un gran cirio encendido que simboliza a Cristo Resucitado, Luz del mundo.
Pese al enorme progreso científico y técnico del mundo actual, la verdad es que sigue habiendo mucha oscuridad, mucha confusión de ideas, muchos sentimientos que respiran malicia y crueldad.
Nosotros como cristianos hemos de volver nuestros ojos hacia la Luz, que es Cristo, dejándonos iluminar y guiar por su doctrina, su moral, su vida.
Hablamos de celebrar la Pacua. Está bién, pero eso aún es poco. La Pascua hay que vivirla. No basta con creer que Cristo Resucitado es la Vida ("Yo soy la Resurrección y la Vidad") Yo debo esforzarme para que Cristo sea vida en mi.
La Resurrección de Jesucristo ocupa el centro de nuestra fe cristiana. Nosotros somos discípulos de un Crucificado, pero lo somos -sobre todo- de un Resucitado.
LA EXPERIENCIA MÁS FUERTE
DE SUS VIDAS
Lo Apóstoles, que acompañaron a Jesús en los últimos años de su vida mortal y presenciaron el entusiasmo con que el pueblo acogía su persona, se sintieron duramente fracasados al verlo morir en una cruz. Y en esta situación de tristeza y amargura sólo pensaban en huir de la gente, abandonar Jesrusalén y volver sigilosamente a su tierra de origen. Pero es también entonces, al tercer día de su muerte, cuando de forma inesperada el Señor se les muestra vivo. Y esto cambia radicalmente sus vidas; se les abren los ojos y, con estusiasmo desbordante, gritan: "¡El Señor vive, ha Resucitado, está con nosotros!". Fue la experiencia más fuerte e inolvidable de sus vidas. Y es aquí también cuando nace la Iglesia, el nuevo Pueblo de Dios.
EL CIRIO PASCUAL
Durante los cincuenta días que dura la Pascua preside nuestras celebraciones un gran cirio encendido que simboliza a Cristo Resucitado, Luz del mundo.
Pese al enorme progreso científico y técnico del mundo actual, la verdad es que sigue habiendo mucha oscuridad, mucha confusión de ideas, muchos sentimientos que respiran malicia y crueldad.
Nosotros como cristianos hemos de volver nuestros ojos hacia la Luz, que es Cristo, dejándonos iluminar y guiar por su doctrina, su moral, su vida.
Hablamos de celebrar la Pacua. Está bién, pero eso aún es poco. La Pascua hay que vivirla. No basta con creer que Cristo Resucitado es la Vida ("Yo soy la Resurrección y la Vidad") Yo debo esforzarme para que Cristo sea vida en mi.
- Yo debo ser Pascua: debo transmitir alegría, luz y consuelo a los que sufren.
- Yo debo ser Pascua: debo transmitir esperanza e ilusión, ansias de vivir al que se siente marcado por el desengaño y el fracaso.
- Yo debo ser Pascua: debo ofrecer cariño y amistad al que vive solo o se siente marginado.
- Yo debo ser Pascua: una mano abierta para perdonar y dar la paz a tantos que viven esclavos del pecado o del odio.
- Yo debo ser Pascua: debo transmitir a todos el Amor que Dios nos tiene y ser capaz de servir a otros con alegría, sin esperar recompensa alguna.
Esto es celebrar la Pascua