Con frecuencia en las lecturas de la Eucaristía nos encontramos con frases del Sermón de la Montaña. Un sermón pronunciado por Jesús que constituye algo así como la Ley básica del cristiano; la ley sobre la que hemos de construír nuestra vida de creyentes.
Pues bien, en el Sermón de la Montaña, encontramos estas frases llamativas: "Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odian y rogad por los que os persiguen...". Jesús corrige así esta otra frase tradicional: "y odiarás a tu enemigo", es decir, a los extranjeros. Frase que expresaba el sentir común de los judíos, cuyo odio a los demás pueblos era proverbial.
JESÚS NO ADMITE LA VENGANZA
Antes de Jesús predominaba la ley del talión, como escuchábamos el Domingo pasado, "ojo por ojo, diente por diente", es decir, "el que las hace que las pague". Pero Jesús no admite la venganza como norma de conducta. Eso de "ojo por ojo, diente por diente" no vale. Él ha venido a establecer un orden nuevo de valores, y así quiere que la ley de la venganza sea sutituída por la ley del perdón.
Por consiguiente, para un cristiano el enemigo personal ya no es un individuo al que deba perseguir hasta que pague todo el mal que haya hecho. El enemigo es su prójimo al que debe perdonar las ofensas por amor a Dios, Padre común de todos.
Cuando, alsentirnos heridos reaccionamos hiriendo; cuando a un insulto resdemos con un insulto mayor, se está desencadenando la espiral de la violencia. Las agresiones de por sí engendran agresiones; la violencia engendra nueva violencia y no habrá, por ese camino, una convivencia amistosa y en paz, ya que la meta que uno se propone es acabar con el otro, destruírlo. La solución está en romper esa espiral renunciando a la venganza como actitud y abriéndonos al perdón. Es el camino evangélico.
LA CIVILIZACIÓN DEL AMOR
Jesús, para inculcarnos el perdón y evitar la venganza, usa frases que pueden causar extrañeza y asombro a muchos oyentes: "Al que te pega en una mejilla, preséntale también la otra", "al que te quita la capa, déjale también la túnica". No quiere decir con estas frases que no podamos defendernos cuando somos injustamente agredidos de palabra o de obra. Todos tenemos derecho a una legítima defensa. Lo que Jesús quiere inculcarnos es que un cristiano nunca debe reaccionar ante su enemigo con odio y venganza en el corazón.
En una palabra: Jesús ha venido a inaugurar una etapa nueva en la historia de la humanidad. Ha venido a traer una civilización nueva: la Civilización del Amor. Dios es Padre mío y Padre de todos. Y los demás -sean buenos o malos- son también mis hermanos.
Esto no impide que los delitos cometidos deban ser castigados en justicia por el bien de la sociedad. Lo que se pide a la persona ofendida, a la misma que denuncia al ofensor ante la justicia humana, es que no cultive el odio en su corazón y que sepa otorgar siempre el correspondiente perdón. No es fácil, por supuesto, cumplir esto. Pero es posible y es, además, la solución para crear un clima de paz.
El camino para alcanzar esta meta que Jesús propone a sus discípulos, es que nos acostumbremos a ver en cada persona algo más que sus gestos y palabras. Que nos acostumbremos a ver un hijo de Dios -un mal hijo, tal vez-, pero siempre un hijo de Dios. Esta forma de mirar a las personas es la que hacía exclamar a Jesús desde la cruz: "Padre, perdónales que no saben lo que hacen".
Ojalá que, en un mundo lleno de odios y rencores, tengamos unos ojos nuevos para ver en todo ser humano a un hijo de Dios y que el amor y el perdón sean siempre nuestra ley.