Sí, se acerca la Semana Santa, la Semana Grande del Año Cristiano. La llamamos así porque en ella celebramos el misterio central de nuestra fe: la Muerte y Resurrección de Jesucristo. Ahora, el momento culminante de la Semana Santa lo constituye la gran Vigilia Pacual en que revivimos con gozo la resurrección gloriosa del Señor.
Pascua significa "Paso" de la muerte a la vida. Los judios, ya antes de Jesucristo, celebraban cada año su Pascua, que les recordaba el paso de la esclavitud en Egipto a la libertad en la nueva Tierra prometida por Dios.
LA PASCUA CRISTIANA
La Pascua cristiana, nuestra Pascua, celebra la Muerte, sepultura y Resurrección de Jesucristo. Hay, por tanto, en ella la fase de dolor y muerte que revivimos en la penitencia cuaresmal y celebramos el Viernes Santo; y hay la fase de gloria que celebramos solemnemente en la gran noche del Sábado al Domingo de Pascua y durante los cincuenta días que le siguen.
La celebración de la Pascua en su fase de gloria es la celebración más importante del Año Cristiano. Esa noche hay luz abundante en nuestros templos, hay cantos de júbilo en nuestro labios y alegría desbordante en los corazones creyentes. Es que Cristo ha Resucitado y vive Glorioso para siempre. Pero hay más: por designio de Dios el día de nuestro Bautismo -la Pascua es tiempo tipicamente bautismal- fuimos injertados en Cristo y destinados a participar de su vida de resucitado. Esa noche renovaremos publicamente los compromisos adquiridos el día de nuestro Bautismo.
En la Semana Santa celebramos el misterio central de nuestra fe: la Muerte y Resurrección de Jesucristo.
LA PASCUA HAY QUE VIVIRLA
Pero celebrar de verdad la Pascua implica el vivirla. No basta con creer que Cristo Resucitado es la vida. Yo he de esforzarme para que Cristo sea vida en mí.
- Yo debo ser Pascua, es decir, yo debo transmitir luz, alegría y consuelo a los que sufren en este valle de lágrimas.
- Yo debo ser Pascua, es decir, yo debo transmitir esperanza, ilusión, ansias de vivir al que está envuelto en desengaños y fracasos.
- Yo debo ser Pascua, es decir, ofrecer amistad y cariño al que vive solo o sufre marginación y abandono.
- Yo debo ser Pascua, es decir, mano tendida para perdonar y dar la paz a tantos esclavos del pecado o del odio.
- Yo debo ser Pascua, es decir, transmitir el amor que Dios nos tiene, ser capaz de servir a otros sin esperar recompensa humana.
Esto es vivir la Pascua: ser hombres y mujeres nuevos.