UN TIEMPO PARA RECORDAR Y VIVIR

                                                       
          Seguimos dentro del Tiempo de Navidad, un tiempo que concluye el próximo día 12, festividad del Bautismo del Señor. Al hablar del Tiempo de Navidad, no pensemos simplemente en uno días de vacaciones o de festejos familiares. La palabra Navidad alude a un Nacimiento histórico de vital importancia para la humanidad, el nacimiento de Jesús en Belén.
                                                                                                            Los cristianos hemos de vivir este Tiempo de Navidad con inmenso gozo y gratitud. Porque en la Navidad recordamos y celebramos que Dios se ha acercado tanto a nosotros por amor, que se ha hecho hombre en la Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Ha venido a compartir con nosotros las alegrías y penas, los éxitos y fracasos que acompañan nuestra vida aquí en la tierra.

                                       LA FIGURA DEL PRECURSOR
 
     En la Liturgia de la Iglesia, al llamado Tiempo de Navidad ha precedido el Tiempo de Adviento. Cuatro semanas que nos invitaban precisamente a preparar la Navidad, contemplando a Juan Bautista, el precursor del Mesías. Y ¿ qué cosas destacan en la persona de Juan? ¿Acaso algunas virtudes que debiéramos imitar?
                               Sí, Juan destacó, entre otras, por dos virtudes: la austeridad y la humildad. Juan fue un hombre muy austero en su alimentación, en la forma de vestir y vivir y en el estilo general de vida. No se trata de que hay debamos comer, vestir y vivir siguiendo literalmente las huellas del Bautista, pero sí imitarlo en esa austeridad adaptada a nuestro tiempo. Porque la austeridad es una virtud que educa, nos hace disciplinados y modera nuestros instintos y pasiones.

      Hoy la propaganda comercial, a través de medios tan poderosos como la TV, penetra en nuestros hogares y nos invita constantemente a rodearnos de una serie exagerada de comodidades y a gastar en ellas nuestro dinero.
                                                   Esto, naturalmente, contrasta también con la austeridad y pobreza del Nacimiento de Jesús, nuestro Maestro, n Belén. Nació en una gruta donde los pastores  recogían sus rebaños, y su primera cuna fue un pesebre. Más austeridad y pobreza no se pueden pedir.

                                            FUE AUSTERO Y FUE HUMILDE

                 Pero en la persona del Bautista, además de la austeridad, destaca su humildad.
Juan supo estar siempre en el puesto que le correspondía, sin aspirar nunca a glorias pasajeras. La gente lo admiraba y escuchaba con gran atención. Muchos incluso pensaban se sería el Mesías tan esperado. Pero él, al enterarse, respondió con contundencia: "Yo no soy el Mesías. Yo ni siquiera merezco bajarme para desatar la corre de sus sandalias. Mi misión es prepararle el camino a Él que va a venir; cuando Él venga yo debo desaparecer". Así de claro habló Juan; nada de echarse glorias.

        ¿Es frecuente hoy esta virtud de la humildad? Hoy hay, sin duda, personas verdaderamente humildes; pero hablando en general, diríamos que esta virtud tan cristiana hoy se percibe menos. Existe un afán grande de figurar, de llamar la atención, de buscar los primeros puestos, etc. Hay también una notable susceptibilidad en muchas personas que fácilmente se sienten ofendidas por cualquier gesto o palabra del vecino.
                                                            Cultivemos la humildad y seremos más felices, como lo han sido los santos. Ese hombre soberbio, avariento o frívolo que, a lo mejor, vive en nosotros, deje paso a esa persona austera, humilde y fraterna que quiere celebrar y vivir cristianamente el Tiempo de Navidad del Señor.