VIVAMOS EL AÑO LITÚRGICO

           
                El día 2 de diciembre comienza un año nuevo en el calendario de la Iglesia: el año litúrgico.
Un año pensado para ir conociendo, agradecimiento y celebrando a lo largo de él lo que Dios, nuestro Padre, ha hecho y sigue haciendo a favor de sus hijos, que somos nosotros.
En las diferentes celebraciones del año litúrgico el centro es la persona de Cristo, Dios y Hombre verdadero.

                                   UN TIEMPO QUE MIRA A LA NAVIDAD

                      El día 2 de diciembre, como decíamos, se inicia el año litúrgico con un primer tiempo de cuatro semanas al que llamamos Adviento; un tiempo en que la Iglesia se prepara espiritualmente para celebrar el gran acontecimiento de la Navidad: la venida de Cristo en carne mortal a la tierra, su nacimiento en Belén.
                                   Ahora, en el Adviento, además de la venida histórica de Cristo, que nace en Belén, la liturgia de la Iglesia nos recuerda otra venida de Cristo al final de los tiempos como juez de vivos y muertos.
                                      El Adviento nos invita a llenar de esperanza nuestro corazón y nuestra vida. Esperanza en Dios que nos ha prometido un Salvador y ha cumplido plenamente su palabra. Esperanza en que a este mundo, en el que ahora estamos, donde todavía abundan los vicios e injusticias, ha de suceder otro nuevo en el que triunfe la virtud sobre el vicio. Nos lo ha prometido el Señor: tengamos esperanza.

                                               REAVIVAR LA ESPERANZA

   Todos queremos un mundo más humano, más honrado, más justo, más alegre; pero este mundo lo tenemos que ir construyendo nosotros mismos tratando de ser cada uno, día a día, más humano, más honrado, más justo, más alegre.
                                                       Jesús, que ya vino en carne mortal a la tierra y se hizo compañero nuestro, nos trajo la salvación: él nos enseñó cómo se ama, cómo se perdonan las ofensas, cómo se construye la paz. Él nos enseñó a llamar Padre a Dios y a vivir como hermanos unos con los otros. En una palabra: Jesús nos enseñó caminos que llevan a la salvación, caminos que conducen a la felicidad plena. Ahora, lo importante es que nosotros nos decidamos a recorrer estos caminos evangélicos.

                        El Adviento es un tiempo para reavivar en nosotros la esperanza en una salvación que Dios nos ha traído por medios de su Hijo Jesús. Un tiempo para despertar y tomar en serio nuestra condición de cristianos. No olvidemos que ser cristiano no es vivir en la rutina; ser cristiano significa ser discípulo de Cristo, nuestro Maestro.
                                                                 Ojalá que en este tiempo litúrgico nos decidamos a hacerle caso al Señor que nos dice a cada uno lo que un día dijo a sus apóstoles: "Ven y sígueme".