NO DESTRUIR EL DOMINGO

                                                      
         
            El Domingo es un día que los cristianos hemos distinguido siempre, considerándolo como nuestra fiesta semanal. En los últimos años el Magisterio de la Iglesia ha publicado varios documentos alusivos al domingo, destacando su origen y su significado como "Día del Señor".

    Un elemento típico de este día es el descanso dominical, obligatorio ya desde el siglo IV. Descanso que ha hecho también  suyo toda la sociedad civil, considerándolo un verdadero logro social.
            Sería lamentable, eso sí, que la sociedad de consumo, con el fenómeno nuevo del "fin de semana" y la libertad de horarios comerciales en días festivos hiciera peligrar el sentido cristiano del domingo y que el mismo ocio dominical se viviera sin sosiego y con frenesí.

                                                LA PATOLOGÍA DEL OCIO

   Todas las fiestas, entre ellas el domingo, contribuyen a humanizar la existencia y a recomponer la armonía interior de la persona, rota muchas veces por el estrés y el cansancio  de la vida laboral diaria. Lo malo es cuando el ocio se vive de forma estresante, al buscar la gente formas de evasión que comprometen el equilibrio psicológico y que, a veces, ponen en peligro la misma vida humana.
Este clima no facilitaría la auténtica celebración del domingo.

                                                         ES UN DÍA DISTINTO

        Sí, el domingo no es sólo un día de entretenimiento. Es un espacio para que el hombre pueda mantener su propia dignidad alabando a Dios y liberándose del trabajo y de la actividad sin descanso.

  Es necesario, por otra parte, mantener la identidad del domingo aun dentro del "fin de semana", mediante signos que den testimonio de que el domingo es un día distinto, fiesta para el Señor y fiesta para los hombres.
                              Entre estos signos debemos destacar la MISA o ASAMBLEA EUCARÍSTICA, a la que los cristianos debemos ser totalmente fieles, porque en ella va la pertenencia a la Iglesia y la conciencia de la propia identidad cristiana.
                                                                     Y, por supuesto, además de la Misa hay otros signos muy propios del domingo como la oración en familia, el compartir la mesa y el tiempo libre, las obras de caridad, la alegría e incluso el vestido de fiesta.