HA VENIDO A COMPARTIR NUESTRA VIDA

              Un año más vamos a celebrar la Navidad. Una celebración que nos habla del amor inmenso de Dios a los seres humanos. Él es nuestro Creador y Padre, nos ha hecho semejantes a Él, inteligentes y libres; y nos ha prometido el gozo de un paraíso eterno con Él en el Cielo.Pero antes ha querido que pasáramos un periodo de prueba aquí en la tierra, compartiendo entre todos alegrías y penas, éxitos y fracasos. Una experiencia que nos ayuda a madurar como personas pero en la que muchas veces fracasamos, rendidos ante el tirón de los instintos y pasiones.
                                         Pero Dios mismo ha tomado la iniciativa de redimirnos y ha querido hacerlo mediante la Encarnación de su Hijo en las entrañas  de la Virgen María. Dios se acerca tanto a nosotros, por amor, que sin dejar de ser Dios, asume la naturaleza humana y, en la persona de Cristo, comparte con nosotros esta vida sobre la tierra.

          VOLVAMOS LOS OJOS A LA GRUTA DE BELÉN

                    Nuestros gustos y aspiraciones no siempre se cumplen. Unas veces será la pobreza material; otras será esa enfermedad que enturbia tu vida y nadie te consuela; otras veces será el desprecio y olvido de la gente, etc. Sí, aquí en la tierra abundan las calamidades y miserias que azotan nuestra existencia humana.
                                                                               Pues bien, ante esta situación  inquietante no falta quien se queja del mismo Dios:
"¿Qué le habré hecho yo a Dios para que me trate así?" Y lo cierto es que Dios ha hecho por nosotros mucho más que suprimir las contrariedades de la vida, ha venido a compartirlas con nosotros.
Buen momento es el tiempo de Navidad para volver los ojos hacia el pasado y acercarnos a Belén dónde nace el Salvador del mundo.
¿Qué vemos allí? ¿Un palacio suntuoso? No, allí hay una simple gruta donde los pastores, a veces, recogen sus animales, una cuadra con su correspondiente pesebre...Este y no otro es el escenario en el que se hace presente el Hijo de Dios humanado; su cuna es un pesebre.
             Y los treinta años que siguen los pasará en plena oscuridad, trabajando en la carpintería de José, su padre adoptivo. Finalmente, los tres últimos años de su vida los dedicará a predicar el mensaje evangélico recorriendo las aldeas y ciudades de Palestina.

                 LA SAGRADA FAMILIA DE NAZARET

                En este tiempo de Navidad la Iglesia en su Liturgia nos propone celebrar, no sólo el nacimiento de Jesús, sino también la fiesta de la Sagrada familia. Nos invita a poner los ojos en aquella familia formada por José, María y Jesús, como modelo sobre el que construir hoy nuestras familias.
                                                               La familia, una institución muy antigua y universal, en cuyo seno vivió Jesús la mayor parte de su vida sobre la tierra, merece todo nuestro aprecio y defensa. En ella todos son importantes: los padres y los hijos. Unos y otros tienen sus cometidos y responsabilidades. Sin embargo, hay que destacar en primer lugar el papel importantísimo y delicado de los padres. De ellos depende en gran parte que los hijos se realicen como personas y sean felices. Claro que hay otros factores que hoy influyen mucho en la conducta de los chicos: la calle, las pandillas, el ambiente degradado que se respira en muchos sitios, programas pornográficos que se emiten en algunos medios, etc.

                   Sí hay muchos padres excelentes que han puesto alma, vida y corazón en su tarea educativa y, sin embargo, se han visto   fracasados por estas influencias extrañas en la vida de sus hijos. Pero esto debe ser, precisamente, un motivo más para que vivan con especial empeño su papel de educadores primeros y principales de sus hijos.