"YO SOY EL PAN DE LA VIDA" (JN 6,35)

Hay en el Evangelio una frase de Jesús que es como una queja y un reproche a bastantes personas de las que le escuchaban: "Vosotros me buscáis no porque habéis visto signos en mi, sino que habéis comido hasta saciaros".

                            SACIÓ EL HAMBRE FÍSICA DE MUCHOS

                           A Jesús no le molesta que la gente quiera saciar el hambre física, no. Él quiere que a nadie falte el pan de cada día; por eso alimentó, en un determinado momento, a miles de personas que le seguían multiplicando milagrosamente unos panes y unos peces que uno de sus oyentes portaba. Jesús quiere también que disfrutemos de una buena salud corporal, por eso curó a tantos enfermos. Jesús quiere que nadie se sienta solo y abandonado, por eso fomentó la vida comunitaria.

    Pero estas realidades: el hambre saciada, la salud recuperada, etc., son signo de algo más profundo: de esa otra vida plena y definitiva que Él viene a comunicarnos. Él mismo se presenta como el Pan vivo bajado del Cielo que viene a alimentar nuestras vidas. Es que Dios no quiere saciar sólo hambres pasajeras, quiere saciar las más íntimas aspiraciones del ser humano.

                      "EL PAN QUE OS DARÉ SOY YO MISMO"

   Hoy entre nosotros, a Dios gracias, podemos decir que no hay hambre de pan.
   Hoy los escaparates y áreas comerciales ofrecen de todo, y los más pobres encuentran ayuda en instituciones sociales de la Iglesia y del Estado. Sin embargo, hay mucha gente que, teniendo asegurado el pan de cada día, vive insatisfecha, angustiada, enferma de los nervios..., y no faltan incluso las muertes por suicidio. Es que el mero disfrute de los placeres corporales no deja plenamente satisfecho a nadie. Porque los seres humanos, al revés de los animales, necesitamos algo más que esa comida para alimentar el cuerpo. Tenemos, además del cuerpo, un alma espiritual que también debemos alimentar. Así, las únicas personas que no tienen esos problemas de angustia son las que viven de verdad su fe en Dios, su adhesión al Evangelio de Jesús.

    Sí, Jesús en el Evangelio nos habla precisamente de ese pan que sacia plenamente al ser humano:
"El Pan que yo os daré". Y ese pan -dice también- "soy yo mismo". Léase con atención el capítulo 6º del Evangelio de San Juan.
                                            Los cristianos estamos invitados cada Domingo a celebrar juntos nuestra fe en el templo. Invitados a alimentarnos con ese Pan vivo que es Jesús, escuchando atentamente su Palabra y recibiéndole sacramentalmente en el banquete eucarístico.

    Pero ¿ qué ocurre con frecuencia? Que tomamos la Misa a la ligera, como un simple rito al que, por tradición, hay que asistir; no como un encuentro de hermanos que vamos a vivir juntos unas certezas que Dios nos ofrece y, sobre todo, una intimidad profunda con el Padre común de todos.

     En fin, tratemos de ser cristianos no sólo de nombre. Que el Señor no tenga que reprocharnos: "Venís aquí no porque os interese mi Palabra de vida que yo os ofrezco, venís a misa de cumplido, para quedar bien ante la gente o por cumplir con un rito que es considerado obligatorio".

    Seamos cristianos con nuestra vida de cada día, ajustada siempre a la Palabra de Dios que aquí escuchamos.