LA NORMA MORAL EN NUESTRAS VIDAS

                     Hoy en el ambiente que nos rodea se percibe un cierto menosprecio hacia toda norma moral. Pero, al mismo tiempo, se defiende la libertad personal de cada individuo como un valor absoluto: "Yo soy libre y hago lo que me da la gana". De este modo muchos se constituyen a sí mismos en norma definitiva para decidir lo que es bueno y puede hacerse, o lo que es malo y debe evitarse.

                     La libertad es un don específico del ser humano, algo que le dignifica, le hace superior a otros seres creados y le permite decidir su propio destino. Pero la libertad tiene sus límites. No olvidemos que las personas somos seres llamados a convivir, no somos seres aislados unos de los otros; somos seres que nos necesitamos unos a otros. Es, por tanto, la misma convivencia la que impone límites al ejercicio de nuestra libertad personal. Por consiguiente, uno no puede establecer como norma en su vida: "Yo soy libre y hago lo que me da la gana".

              UNA NORMA REAL QUE NOS ORIENTE

    Por otra parte, todos estamos convencidos de que hay cosas que uno puede hacer y cosas que no debe hacer; cosas que están bien y cosas que están mal. Y así lo expresamos constantemente, sea cual sea su ideología o nuestra creencia. ¿Existe, pues, alguna norma concreta para saber cuándo una acción esta bien o cuándo está mal?

      Sí existe, Ahora bien, esta norma no puede ser  mi utilidad personal, ni mi placer, ni mi comodidad. Unas normas como esas, puramente subjetivas, se prestarían a múltiples abusos y caprichos, dificultarían la convivencia y, en ocasiones, anularían la libertad ajena.
          La norma moral que oriente nuestra conducta debe ser algo real y objetivo, independiente de uno mismo; al que nos haga saber con certeza si una determinada acción es buena o es mala.

                    LA VOLUNTAD DE DIOS Y
            LOS DERECHOS DE LA PERSONA

      Para los creyentes en general esta norma es la voluntad de Dios, expresada en la ley Natural que el Creador dejó impresa en nuestra conciencia.
                   Para los cristianos en particular, la voluntad de Dios se concreta en los Diez Mandamientos y en la Ley Evangélica, contenida ésta en el Sermón de la Montaña de Jesús y que en el Evangelista Mateo nos ofrece ne los capítulos 5,6 y 7 de su Evangelio.
                  Para los agnósticos y ateos también existe una norma que regula su conducta. Es la propia persona humana, portadora de unos valores y derechos fundamentales, universalmente reconocidos. Lo que atente contra ellos deberá ser rechazado como algo malo.
                 Valores de la persona humana son, por ejemplo, la vida misma (el primero de todos), la libertad, laa veracidad, la fidelidad, la amistad... Respetarlos y actuar de acuerdo con ellos, será siempre bueno. Lo contrario no.