UN AÑO QUE ACABA Y OTRO QUE EMPIEZA

                      La reciente fecha del uno de enero, primer dia de un año nuevo, invita siempre a una reflexión sobre el paso del tiempo. Ha terminado un año lleno de acontecimientos y empieza otro, cargado de esperanzas.
                        Si, esta fecha nos recuerda siempre el paso rápido del tiempo, cuya velocidad se nota mas cuanto mas avanza la edad de las personas. No faltan los que quieren olvidar esta realidad pero no por ello, el tiempo se detiene o frena su velocidad.

                      LA GRATITUD DIGNIFICA Y
                      ENNOBLECE

                   Para un cristiano el año nuevo es un momento oportuno para agradecer a Dios los bienes y beneficios recibidos durante el año que termina. Bienes de orden natural y humano como la vida, la salud, el bienestar, la familia, los amigos...y, por supuesto, esos bienes materiales que te permiten saciar el hambre y que garantizan tu salud corporal. No olvidemos, a este propósito, la trágica realidad de muchas personas que hoy, en algunas partes del mundo, pasan hambre y mueren por carencia de alimentos. La gratitud es un valor humano y cristiano que no debe faltar nunca en nuestra vida. Un valor que la ennoblece, la dignifica y la hace grata a los ojos de Dios y del prójimo.
                                            Y, por supuesto, el Año Nuevo es un gran momento para recordar y agradecer los bienes de orden sobrenatural que tanto nos acercan a Dios haciéndonos participes de su vida divina. Momento para agradecer, entre otros, dos sacramentos vitales en nuestra existencia cristiana: la Eucaristía y la Penitencia.
                      Pero el Año Nuevo es también un momento muy oportuno para pedir perdón por el mal uso que hayamos hecho del tiempo y de las cosas; y para hacer esta profesión de fe: Creo en la Vida Eterna, que nunca pasa y a la que todos estamos llamados por Dios.
                      LA JORNADA DE LA PAZ

                Coincidiendo con el inicio de año y dentro de las fiestas navideñas, la Iglesias celebra la Jornada de la Paz. La Paz, en efecto, es. Un gran don que Jesus vino a traernos, como aparece en el anuncio del Ángel a los pastores en la noche de Belén: "Gloria a Dios en el Cielo y en la tierra paz..."
                                                       La paz no se conquista con las armas ni siquiera a base de tratados políticos. La paz se conquista cultivando en nuestras vidas: la verdad, la justicia y el amor.
      Todos podemos y debemos trabajar por la paz, especialmente los que nos llamamos cristianos, seguidores de Cristo. En el mundo sigue habiendo mucha falta de paz: existen guerras armadas en algunos sitios y acciones terroristas en otros, sin olvidar los casos frecuentes de violencia domestica, etc. Por otra parte, todos solemos decir que queremos la paz. Pero, ¿Trabajamos de verdad por la paz, o nuestros deseos se quedan solo en bellas palabras? ¿Respetamos la Ley de Dios contenida en los Mandamientos? ¿Es el precepto del amor y del perdón, que Cristo nos dejo como distintivo de un cristiano, la luz que orienta nuestras vidas?

              Antes decíamos que uno de los valores que llevan a la paz es la verdad. Sin embargo en nuestras relaciones con los demás son frecuentes la mentira y la hipocresía. Y podemos seguir preguntándonos: ¿Respetamos las opiniones de los demás cuando no coinciden con las nuestras? ¿Procuramos ser comprensivos, amables, acogedores? ¿Somos acaso de los que solo destacan en los demás sus posibles defectos, o incluso los inventan para así poder desprestigiarlos?
                           Pidamos a Santa María, la Madre de Dios y Madre también nuestra, que nos de un corazón semejante al suyo, abierto siempre al amor y al perdón. Así se ira implantando en nuestro mundo un clima de "paz y bien" como lo deseaba San Francisco de Asís.