DOMINGO DE RAMOS
¿ Por qué Jesús entra en Jerusalén? O, tal vez mejor, ¿ cómo entra Jesús en Jerusalén? La multitud lo aclama como rey. Y él no se opone, no la hace callar ( Lc 19, 39-40). Pero, ¿ qué tipo de rey es Jesús?
Mirémoslo: montado en un pollino, no tiene una corte que lo sigue, no está rodeado por un ejercito, símbolo de fuerza. Quien lo acoge es gente humilde, sencilla, que tiene el sentido de ver en Jesús algo más: tiene ese sentido de la fe que dice: "éste es el Salvador". Jesús no entra en la Ciudad Santa para recibir los honores reservados a los reyes de la tierra, a quien tiene poder, a quien domina; entra para ser azotado, insultado y ultrajado, como anuncia Isaías en la Primera Lectura ( Is 50,6); entra para recibir una corona de espinas, una caña, un manto de púrpura: su realeza será objeto de burla; entra para subir al Calvario cargando un madero.
Y, entonces, he aquí la segunda palabra: cruz. Jesús entra en Jerusalén para morir en la cruz. Y es precisamente aquí donde resplandece su ser rey según Dios: "¡su trono regio es el madero de la cruz!
Pienso en lo que Benedicto XVI decía a los cardenales: Ustedes son príncipes, pero de un Rey crucificado. Ese es el trono de Jesús". Jesús toma sobre sí....¿ Por qué la Cruz? Porque Jesús toma sobre sí el mal, la suciedad, el pecado del mundo, también el nuestro, y lo lava, lo lava con su sangre, con la misericordia, con el amor de Dios.
Miremos a nuestro alrededor: ¡ cuántas heridas inflige el mal a la humanidad! Guerras, violencia, conflictos económicos que se abaten sobre los más débiles, la sed de dinero, que nadie luego puede llevarse consigo, debe dejarlo. Mi abuelita nos decía a los niños: el sudario no tiene bolsillos ¡Amor al dinero, poder, corrupción, divisiones, crímenes contra la vida humana y contra la creación! Y también - cada uno de nosotros lo sabe y lo conoce - nuestros pecados personales: las faltas de amor y de respeto a Dios, al prójimo y a toda la creación. Jesús en la cruz siente todo el peso del mal, y con la fuerza del amor de Dios lo vence, lo derrota en su resurrección.
Éste es el bien que Jesús nos hace a todos nosotros sobre el trono de la Cruz. La Cruz de Cristo, abrazada con amor, nunca conduce a la tristeza, sino a la alegría, a la alegría de ser salvados y de hacer un poquito de lo que hizo él ese día de su muerte.
PAPA FRANCISCO