La Cuaresma es un tiempo muy apto para abrirnos a la Palabra de Dios: escucharla con atención, meditarla y poner nuestra existencia bajo su luz. Un tiempo para vivir en un clima de oración. Una oración de acción de gracias y de súplica, humilde, confiada y persistente.
AYUNO, LIMOSNA Y OARCIÓN
Una práctica importante y significativa en el camino cuaresmal es el ayuno, un ayuno entendido en sentido amplio: no sólo como privación de alimentos en ciertos días, sino como lucha insistente contra el pecado en sus múltiples formas y como renuncia a los propios intereses para seguir, con decisión plena, las huellas del Maestro.
La actual normativa de la Iglesia que prescribe la abstinencia de carne en los viernes de Cuaresma, y el ayuno y la abstinencia en el Miércoles de Ceniza y en el Viernes Santo, puede ayudarnos a vivir ese segundo camino cuaresmal de renuncia al pecado y a los propios intereses para seguir en todo a Cristo.
Otra práctica típicamente cuaresmal es la limosna como expresión de la caridad y de la solidaridad cristiana.
EL DECÁLOGO DE LA CONVERSIÓN
CUARESMAL
Queremos ahora resumir en diez puntos todo aquello que implica la conversión cuaresmal.
- La conversión es recordar que Dios nos hizo para Él y que, por tanto, nuestra vida sólo se siente en plenitud cuando retornamos a Él.
- La conversión es la llamada insistente a que asumamos nuestras debilidades y las purifiquemos.
- La conversión es rectificar los pequeños o grandes errores y defectos de nuestra vida.
- La Conversión es entrar en uno mismo y, a la luz de la Palabra de Dios, tamizar la propia existencia y descubrir lo que hay en nosotros de vana ambición, de presunción innecesaria, de limitación y egoísmo.
- La conversión es cambiar nuestra mentalidad mundana, alejada del Evangelio y transformarla en una visión cristiana de la vida.
- La conversión es cortar nuestros caminos de pecado, de materialismo, de consumismo, de insolidaridad..., y emprender el verdadero camino de los hijos de Dios.
- La conversión es examinarnos de amor y encontrar nuestro corazón y nuestras manos vacías.
- La conversión es renunciar a nuestro viejo y acendrado egoísmo, que cierra la puerta a Dios y al prójimo.
- La conversión es mirar a Jesucristo, contemplar su cuerpo clavado por nosotros en una cruz, y responder con amor al que es AMOR y no es correspondido.
- La conversión es, en definitiva, obra de la gracia de Dios y de la colaboración del hombre. Es un encuentro gozoso, sanador y transformador en Jesucristo.