Este número de POBO DE DEUS abarca fechas en que celebramos los dos acontecimientos del año Cristiano: la Pasión y Muerte de Cristo y su gloriosa resurrección. En la primera tiene especial presencia el dolor y en la segunda una alegría desbordante. Dolor y alegría, dos realidades presentes durante treinta y tres años en la vida humana de Cristo, y presentes también en nuestras vidas de peregrinos sobre la tierra. Dos realidades que debemos acoger y vivir desde la fe cristiana, sin olvidar que la actitud que adoptemos ante ellas va a repercutir, para bien o para mal, en nuestra existencia mas allá de la muerte.
De todos modos hoy queremos destacar la fiesta por excelencia, la que ocupa el puesto central y primero del calendario cristiano: la Pascua de Resurrección.
NO QUEDARNOS EN EL VIERNES SANTO
Bien esta que un cristiano se emocione, llore y se arrepienta de sus pecados en el Viernes Santo al contemplar la Pasión y Muerte de Cristo. Bien esta que la cruz le sirva de distintivo y que presida nuestros templos, hogares y sepulturas. Pero no puede quedarse en el Viernes Santo. Los cristianos somos discípulos del Resucitado.
"Cristo ha resucitado, aleluya", tal es el grito jubiloso de la Pascua cristiana. Los Apóstoles, que presenciaron con horror la muerte del Maestro clavado de pies y manos en una cruz -suplicio aplicado a grandes malhechores-, le vieron como un fracasado total. No soñaban para nada con su Resurrección, pese a que el maestro había aludido expresamente a ella.
Ah, pero ¡Cual no seria su sorpresa cuando a las pocas horas contemplan el sepulcro vacío y al Maestro que se les muestra lleno de vida! Fue la experiencia más emocionante por la que pasaron todos ellos. "¡El Señor vive, ha resucitado!" tal sería más tarde el tema central de sus catequesis al pueblo. Porque todos ellos, arropados por la fuerza del Espíritu Santo, pronto empezaron a recorrer el mundo y a proclamar de Oriente a Occidente la buena nueva del Evangelio. También aquí, en España y concretamente en nuestra Galicia, pudimos gozar de la presencia de uno de los Doce; la del Apóstol Santiago el Mayor, cuyos restos son venerados en la Catedral compostelana.
LA FE EN CRISTO RESUCITADO
Ser cristiano, por tanto, es tener fe en Cristo Resucitado. Ahora bien, tener fe en Cristo Resucitado no consiste sólo en admitir con la mente el hecho de la Resurrección del Señor. La fe cristiana pide que vivamos esta gran verdad. ¿Cómo? muriendo al pecado y viviendo con gozo nuestra condición de Hijos de Dios, que obtuvimos por el Bautismo.
Y ya que aludimos al Bautismo, queremos recordar que la Pascua de Resurrección es el tiempo bautismal por excelencia. Es la época del Año Cristiano más propia para celebrar este gran sacramento, instituido por Cristo para incorporarnos, a través de él, a su vida de Resucitado. El agua, que simboliza la vida, es el signo elegido por Jesús para significar esa vida divina que quiere comunicarnos a nosotros. Con el Bautismo fue depositada en nosotros la semilla de la Resurrección y de la Vida Eterna.