Recogemos a continuación algunos párrafos del artículo de José Luis Larrabe, sacerdote y teólogo, publicado en la revista Ecclesia del pasado mes de agosto con este título: "Lo esencial de la Fiesta del Perdón en la Jornada Mundial de la Juventud".
"Una de las dimensiones que más me agradan de la JMJ es el tiempo dedicado a las confesiones sacramentales de los jóvenes". El Retiro de Madrid fue su lugar, el lugar de la gran Fiesta del Perdón de la JMJ 2011 Madrid. Y es que toda actividad religiosa, toda peregrinación o todo gran acontecimineto eclesial, debería incluir siempre esta convocatoria.
HACE BIEN AL PENITENTE Y AL CONFESOR
El sacramento de la confesión no sólo hace bien al penitente, sino también al confesor. Educa a uno y a otro. Al primero le sana y al segundo le purifica. Por ello, el Papa y toda la gran tradición eclesial quieren y requieren la disponibilidad fiel y generosa de los sacerdotes a la escucha de las confesiones, siguiendo el ejemplo de grandes santos de la historia, como San Juan María Vianney, el Cura de Ars.
Desde ahí, elo sacerdote puede contemplar a diario el esplendor de la misericordia divina, "asistiendo también a auténticos milagros de conversión en ese contexto sacramental de Dios que es Amor".
¿POR QUÉ Y DE QUÉ CONFESARSE?
Para reavivar la vocación humana de "hacer el bien y evitar el mal" -para actualizar la propia fe, no sea que quede debilitada y relegada a un segundo plano con riesgo de perderla.
Para celebrar mi propia conversión, es decir, mis ganas de ser mejor desde hoy. Para encontrame con Dios, con Cristo, con la verdad de mi mismo. Y así ofrecerme a la Iglesia pasando del individualismo a la comunidad eclesial. No basta decir aquí están mis pecados, sino que se requiere también aquí estoy yo. De principio a fin, la Palabra de Dios, nos invita a la conversión: "Convertíos a mí de todo corazón". El Evangelio nos dice que grandes pecadores se encontraron con Cristo y se convirtieron. Y la Iglesia ha entendido así las palabras de Jesús la tarde de su Resurrección: "Recibid el Espíritu Santo: a quienes perdonéis los pecados les quedan perdonados" (Jn 20, 19-25)
Los primeros cristianos entendieron esta verdad en sus dos dimensiones: "Paz con Dios y colaboración con la Iglesia". También para el hombre actual es una escuela de sinceridad la práctica de este sacramento, pasando del afán del tener a la preocupación prioritaria del ser. Es el camino de la felicidad y la salvación. Convertirse y confesarse es cuestión personal y libre de cada uno, pero interesa mucho a la Iglesia y al mundo mismo: "Sacramento de bién común", dijo San Carlos Borromeo.
LA CONFESIÓN EXIGE UNA BUENA PREPARACIÓN
Hay momentos psicológicos particularmente relevantes en la vida para confesarse: una alegría grande, una tristeza peculiar, una desgracia familiar, los cambios de estado de vida, determinadas fechas del año litúrgico...Siempre la confesión debería ir precedida de meditación evangélica y exámen. Para confesarse hay que prepararse siempre.
Estaría bien que en cada mochila juvenil se introduzca un evangelio, un catecismo juvenil, un crucifijo de mano, para recuerdo oportuno de este acontecimiento salvífico en el futuro. Para enfocar la vida, tu vida, en adelante a la luz del Evangelio. Para irradiar la fe con el ejemplo y la palabra. Para participar en la vida de la Iglesia y los sacramentos. Para revisar también la limpieza de vida: del corazón y de los actos