¡BO NADAL!, ¡FELIZ NAVIDAD!

                   
            En estos últimos días del mes de diciembre todos nos saludamos con una sonrisa en los labios:
¡Bó Nadal! ¡Feliz Navidad! Y el motivo de esta gozosa felicitación es que Dios se ha acercado tanto a nosotros que se ha hecho hombre y ha querido compartir así con nosotros las alegrías y penas, los éxitos y fracasos que forman parte de nuestra vida sobre la tierra.

               HA VENIDO A COMPARTIR NUESTRA VIDA

  Nos quejamos muchas veces de cosas que nos ocurren en la vida, de la mala suerte que tenemos. Y no faltan preguntas hechas con rabia: ¿qué le habré hecho yo a Dios para que me trate así? Queremos que todo en la vida nos salga a pedir de boca, que se cumplan siempre nuestros gustos y aspiraciones

                     Y la verdad es que Dios por nosotros ha hecho mucho más que suprimir las desgracias y contratiempos que jalonan nuestra vida aquí en al tierra, ha venido a compartirlos con nosotros.
¿Acaso vives en una situación de pobreza extrema, o te sientes despreciado y olvidado de la gente, o estás enfermo y nadie cuida de ti? Pues recuerda que Él nació en una gruta donde los pastores recogían sus rebaños y que su primera cuna fue un pesebre. Recuerda que vivió durante treinta años
 una vida oscura, trabajando como ayudante en la rústica carpintería de su padre adoptivo.

   Es verdad que los tres últimos años de su vida pública recorrió Palestina predicando un Mensaje de Salvación y el pueblo le seguía con entusiasmo. Pero como a algunos molestaba su doctrina santa, se confabularon contra Él, fue procesado, flagelado y condenado a muerte atroz: clavado de pies y manos en una cruz.
                                                LA FAMILIA DE NAZARET

   En este tiempo de Navidad la Iglesia celebra también la fiesta de la Sagrada Familia. Nos invita así a volver los ojos hacia aquella familia de Nazaret formada por José, María y Jesús. Un modelo al que deben imitar hoy nuestras familias.
                                                         Nunca olvidemos la importancia de la familia como institución.
El hecho es que Dios, al hacerse hombre en la persona de Cristo, escogió precisamente el seno de una familia para nacer y vivir la mayor parte de su vida sobre la tierra. Ello es, sin duda, un motivo muy importante para que valoremos la excelencia de la familia en la vida de una persona. Todos en la familia somos importantes: los padres y los hijos; sin olvidar otras personas entrañables como los abuelos, etc. Unos y otros tienen sus cometidos y responsabilidades propias.

                                       EL PAPEL SINGULAR DE LOS PADRES

  Sí, los padres desempeñan un papel importantísimo y muy delicado en la familia. De ellos depende,
en grandísima medida, que los hijos se realicen como personas y crezcan felices.

   Es verdad que, sobre todo hoy, existen otros factores que influyen mucho en el comportamiento de los chicos: el ambiente de la calle, las pandillas de amigos, los medios de comunicación, etc. Pero el ambiente degradado que se respira con frecuencia en tantos sitios, debe ser un motivo más para que los padres realicen con especial interés su papel de primeros educadores de sus hijos.

          Ahora, con los padres, para ayudarles en esta tarea educativa, está también el colegio y está la Iglesia. Para ayudarles, no para sustituirlos.
                                                                      Finalmente, podemos hacernos esta importante pregunta:
¿qué es educar?
                          Educar no es sólo dar buenos consejos. Educar es, ante todo, transmitir una conducta
ejemplar, un modo de ser personas honradas, veraces, fieles, trabajadoras, generosas,... y esto se transmite, sobre todo, con el testimonio ejemplar de unos padres  a los que sus hijos, ya desde muy niños, ven que viven estos grandes valores.