LA EUCARISTÍA, ALIMENTO ESPIRITUAL DEL CRISTIANO

                                                       
  
                         "Yo soy el Pan vivo bajado del cielo: el que coma de este Pan vivirá para siempre". He aquí una de las afirmaciones de Jesús que más extrañeza y escándalo causaron a sus oyentes. Muchos discutían: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne o a beber su sangre? Y, sin embargo, Jesús insistía: "Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida". Es más, "si no coméis mi carne o bebéis mi sangre, no tendréis vida en vosotros".

                                                   PRESENCIA REAL DE CRISTO

   Jesús, al hablarnos del Pan bajado del Cielo se refiera a la Eucaristía. Y nos habla de una presencia real del Señor en el pan y el vino consagrados en cada misa. Una forma de presencia espiritualizada pero real.
                En la vida importa mucho alimentar bien el cuerpo, pues la salud física depende en gran medida del tipo de alimentación que practicamos.
                                                                                Pero nosotros no somos sólo cuerpo, tenemos también un alma espiritual que necesitamos alimentar; pero esto no se hace con el pan ordinario y otros manjares elaborados en nuestras cocinas. Necesitamos un Pan especial, el Pan vivo bajado del Cielo, del que nos habla Jesús en el Evangelio.
                                                                           En la vida ordinaria ocurre también, a veces, que una persona toma comidas sanas, pero no asimila debidamente eso que come. Pues en al vida religiosa ocurre algo parecido: ¡cuántos hay que comulgan frecuentemente y, sin embargo, padecen anemia espiritual, no se nota mejoría en ellos! Aquí lo que falla no es la calidad del alimento, lo que falla es la asimilación. La Comunión no es un alimento que transforma milagrosamente a los que comulgan.
La Comunión eucarística exige fe en el que recibe y una actitud de obediencia al Evangelio. Sólo los que comulgan así van poco a poco transformando sus vidas!

                                         VALORAR MUCHO LA EUCARISTÍA

     Necesitamos como creyentes valorar mucho la Eucaristía y no convertirla en un simple acto social, como hacen algunos padres con la Primera Comunión de sus hijos. Lo importante para ellos son estos detalles externos: el traje que el niño viste, las fotos o el vídeo, los regalos que recibe, etc
En cambio la catequesis previa que la Iglesia pide: saber que el Pan del Cielo con que se va a alimentar por vez primera su hijo para iniciar con fortaleza espiritual la vida de adolescente y adulto, esto parece que no tiene mayor importancia para ellos.

           Necesitamos comulgar, necesitamos fortaleza espiritual para librar las grandes batallas que la vida nos exige aquí en al tierra. Pero no comulguemos rutinariamente o simplemente por cumplido.
El hecho de comulgar debe ser un acto consciente y libre, que se hace sólo por fidelidad a la propia vocación cristiana, no por otros motivos puramente humanos. La Comunión nos exige antes una reconciliación con Dios y con los demás, a través del sacramento de la Penitencia, sobre todo si tenemos conciencia de haber ofendido gravemente la Ley de Dios y las grandes normas de la Iglesia.