LA ORACIÓN EN LA VIDA DEL CRISTIANO

Una realidad muy importante en la vida cristiana es la oración. ¿La valoraba de verdad Cristo? Es la pregunta con que iniciamos hoy esta página de Pobo de Deus. No olvidemos que Cristo es siempre para un cristiano el modelo al que debemos mirar, pues en su palabra y en su vida tendremos siempre la respuesta acertada.
                                      JESÚS, MAESTRO DE ORACIÓN

   Sí, en medio de la actividad intensa que desarrolló en su vida pública, predicando el Evangelio por toda Palestina, curando a tantos enfermos, escuchando con atención las consultas de unos y otros, algo que nunca faltaba en su vida diaria era el tiempo dedicado a la oración. Son varias las ocasiones en las que los evangelistas destacan esta realidad, y subrayan algunos momentos de la vida del Maestro especialmente marcados por la oración: los cuarenta días en el desierto antes de iniciar su vida pública, o aquellas largas horas en el Huerto de los Olivos en la víspera de su Pasión y Muerte.

   Pues bien, muy importante debe ser para un creyente el orar, cuando Jesús ora con tanta frecuencia y también con frecuencia invita a todos a orar. Más aún, el orar no alejaba a Jesús de la gente y de la actividad apostólica. Compaginaba perfectamente ambas cosas. Yo diría más: de la oración salía Jesús con más bríos para seguir trabajando y luchando por conseguir un mundo mejor.

   No falta quien dice que el orar, el rezar, aleja a las personas de la vida y las pone de espaldas a los problemas de la humanidad.
                                              Pero esto no ocurría con Jesús ni con los santos, que fueron hombres y mujeres muy entregados al servicio de los demás. Si alguien luchó por el bien y la verdad hasta dar la vida clavado de pies y manos en la cruz; si alguien fue intransigente con la mentira, la injusticia o la hipocresía, ése fue Jesús; y ése fue también el testimonio admirable de los santos. Y ése debe ser igualmente el testimonio de todo cristiano.

                           ¿CUÁL ES LA FORMA QUE TENEMOS DE REZAR?

     Rezar no es repetir mecánicamente oraciones aprendidas de memoria. Toda oración bien hecha lleva consigo un compromiso con la vida. Rezar de verdad es sintonizar con la voluntad de Dios; y Dios no nos quiere ociosos e inoperantes. Nos quiere activos y en lucha constante contra el mal.

    De Jesús no sabemos que recitase largas oraciones, más bien se opuso a ello cuando dijo a los suyos: "No es menester usar muchas palabras". Orar no es cuestión de discursos; no ora mejor necesariamente el más sabio o el más inteligente. Orar es ponernos en contacto con Dios con la mente y el corazón, y expresarle con total sencillez nuestro cariño como un hijo a su padre. Jesús, en efecto, insistió en que a Dios debemos verlo siempre como nuestro Padre que nos ama a todos y a cada uno con inmenso amor. Y nos ha dejado un modelo de oración, que es el Padrenuestro. En esta oración se nos invita a invocar a Dios como nuestro Padre, a sentirnos hijos suyos y a considerarnos hermanos unos de otros.
                       Y ahora bien está que nos hagamos algunas sencillas preguntas, revisando nuestra vida de creyentes: ¿Oramos algo? ¿Se ora en nuestras familias? ¿participamos activamente en la oración litúrgica del domingo, reunidos en el templo parroquial con los demás cristianos?

      Hoy recordemos simplemente que el rezar, el orar, es algo vital en nuestra vida cristiana.
Ocasión tendremos de descender a más detalles en este importante tema.