CAMINANDO HACIA LA UNIDAD

Una gran preocupación de Jesús en aquella Ultima Cena que celebro con sus discípulos la víspera de su Pasión y Muerte, fue la unidad de todos los que creerían en El a lo largo de los tiempos: "Padre, que todos sean uno con nosotros, para que el mundo crea q ue Tu me has enviado" (Jn 17)

    Brotes de división ha habido muchos en la historia del cristianismo. Sin embrago, como divisiones de especial importancia hay que señalar la del siglo XI y la del siglo XVI. La primera se produjo con Miguel Cerulario, Patriarca de Constantinopla, que rompió su comunión con el Papa de Roma y arrastro consigo a muchos cristianos de la zona oriental de Europa. Nacía así, la llamada Iglesia Ortodoxa. La segunda gran división se produjo en el siglo XVI con Martin Lutero y otros. De esta división nacerían las llamadas iglesias protestantes y la Iglesia Anglicana.
                                        UN ESPECTÁCULO MUY LAMENTABLE

    Enmel origen de estas divisiones hay que hablar de causas múltiples y complejas: ambiciones personales, rivalidades políticas, corrupción moral en los altos estamentos eclesiásticos, etc.
   Si, es lamentable y bochornoso el espectáculo que durante mucho tiempo hemos ofrecido al mundo los cristianos. Que siendo hijos de un mismo Padre hayamos vivido con las espadas en alto y el insulto en la boca, sin amarnos y, en consecuencia, haciendo muy poco creíble al resto de los hombres el Evangelio de Jesús.

                                                      UNA IDEA LUMINOSA

   Pero un dia, a comienzos del siglo pasado, se hizo realidad una idea luminosa, la de coincidir todos en una misma oración al Padre común durante ocho días. Y así nació el llamado Octavario de Oración por la Unión de la Iglesias Cristianas, que tradicionalmente se celebran el mes de enero entre los días 18 y 25. No cabe duda que es hermoso ver a católicos, ortodoxos y protestantes orar al mismo tiempo y por la misma intención. Y los frutos se van notando. Así, los últimos Papas - por poner un ejemplo- en sus múltiples viajes por los diversos continentes suelen tener siempre un encuentro especial con los representantes de las otras iglesias cristianas.

                                     SIGAMOS ADELANTE CON GRAN ESPERANZA

  Pormlomquemrespcta a la Iglesia Católica, nuestra Iglesia, hemos de constatar con satisfacción su apertura hacia los hermanos separados. Apertura que se hizo especialmente visible con la llegada del Papa San Juan XXIII, aquel hombre sonriente y bondadoso, lleno de Dios y profundamente humano. El fue el que convoco el Concilio Vaticano II al que fueron invitados representantes de las demás iglesias. Su apertura y dialogo han continuado en los sucesivos Papas hasta hoy.

   ¿Tardara mucho el gran momento de la unidad? No lo sabemos. Lo nuestro es seguir invocando con gran fe y esperanza al Espíritu Santo, el alma de la Iglesia. Y todo se andará.