"HOY MI CORAZÓN ESTA EN ÁVILA"

Reproducimos parcialmente la carta del Papa Francisco a monseñor Jesús García Burillo, obispo de Ávila, con ocasión del 500 aniversario del nacimiento en la ciudad de Ávila de Santa Teresa de Jesús.
                           "Querido hermano:
             Hoy mi corazón está en Ávila, donde hace quinientos años nació Teresa de Jesús.                            Pero no puedo olvidar tantos otros lugares que conservan su memoria, por los que paso con sus sandalias desgastadas recorriendo caminos polvorientos: Medina del Campo, Malagón, Valladolid, Duruelo, Toledo, Pastrana, Salamanca, Segovia, Beas de Segura, Sevilla, Caravaca de la Cruz, Villanueva de la Jara, Palencia, Soria, Granada, Burgos y Alba de Tormes. Además, la huella de esta preclara Reformadora sigue viva en los cientos de conventos de carmelitas diseminados por todo el mundo. Sus hijos el hijas en el Carmelo mantienen ardiente la luz renovadora que la santa encendió para bien de toda la Iglesia".

   "A esta insigne maestra de espiritualidad, mi predecesor, el beato Pablo VI, tuvo el inédito gesto de conferirle el titulo de doctora de la Iglesia. ¡La primera mujer doctora de la Iglesia!

                   ¿QUE NOS ENSEÑA TERESA HOY A
                     SACERDOTES Y CONSAGRADOS?

                 En este año de la Vida Consagrada, nos enseña a ir a lo fundamental, a no dejarle a Cristo las migajas de nuestro tiempo o de nuestra alma, sino a llevarlo todo a ese amistoso coloquio con el Señor, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama ( Vida 8,5)
    Sobre los Sacerdotes  Santa Teresa diría abiertamente: no los olviden en su oración. Sabemos bien que para ella fueron apoyo, luz y guía. Consciente como era de la importancia de la predicación para la fe de las gentes mas sencillas, valoraba a los presbíteros y, si veía a alguno predicar con espíritu y bien, un amor particular le cobraba (Vida 8,12). Pero, sobre todo, la santa oraba por ellos y pedía a sus monjas que estuvieran todas ocupadas en oración por los que son defensores de la Iglesia y los predicadores y letrados que la defienden (Camino 1,2). Qué hermoso sería que la imitáramos rezando infatigablemente por los ministros del Evangelio, para que no se apague en ellos el entusiasmo ni el fuego del amor divino y se entreguen del todo a Cristo y a su Iglesia, de modo que sean para los demás brújula, bálsamo, acicate y consuelo, como lo fueron para ella.

               Y A LOS LAICOS? ¿Y A LAS FAMILIAS?

   Teresa fue hija de padres piadosos y honrados. A ellos dedica unas palabras elogiosas apenas comienza el Libro de la Vida: "El tener padres virtuosos y temerosos de Dios me bastara, si yo no fuera tan ruin, con lo que el Señor me favorecía, para ser buena" (1,1) De joven, cuando aun era enemiguísima de ser monja (Vida 2,8) se planteó seguir el camino del matrimonio, como las chicas de su edad. Fueron muchos y buenos los laicos con los que la santa trató y que le facilitaron sus fundaciones: Francisco de Salcedo, el "caballero santo", su amiga Guiomar de Ulloa o Antonio Gaytán, a quien le escribe alabando su estado y pidiéndole que se alegre por ello. Necesitamos hoy hombres y mujeres como ellos, que tengan amor a la Iglesia, que colaboren con ella en su apostolado, que no sean solo destinatarios del Evangelio sino discípulos y misioneros de la divina Palabra.

          Teresa, mujer inquieta, vivió su juventud con la alegría propia de esta etapa de la vida.

         Nunca perdió ese espíritu jovial que ha quedado reflejado en tantas máximas que retratan sus cualidades y talante emprendedor.                  De la mano de Teresa, los jóvenes tendrán valor para huir de la mediocridad y la tibieza y albergar en su alma grandes deseos, nobles aspiraciones dignas de las mejores causas.