EL PAPEL DE LOS LAICOS CRISTIANOS

El papel de los laicos cristianos lo ha expresado muy bien Jesus en el Evangelio con las palabras Luz y Sal: "Vosotros sois la luz del mundo y la sal de la tierra". Y el mismo Jesus nos recuerda que una lampara no se enciende para taparla con una vasija de barro sino que se pone sobre el candelero para que alumbre a todos los que están en casa. Y añadimos: para que alumbre a todos aquellos que se encuentren con el laico cristiano en la calle, en el hospital, en el festival de música, en la fiesta de cumpleaños, en el negocio... Ser luz para dar luz allí donde un ser humano necesite ver, vivir,amar.

       Y con el ejemplo de la luz, Jesus pone también el ejemplo de la sal: "Vosotros sois la sal de la tierra". La sal,da gusto a los alimentos. Si falta la sal se vuelven sosos y repugnantes. Ahora, la sal debe estar en condiciones adecuadas para surtir su efecto. Si la sal se vuelve sosa, entonces ¿Con que se podrá salar? No queda mas remedio que tirarla fuera ya que la pise la gente.

                              MIEMBROS DE LA IGLESIA
                       EN EL CORAZÓN DE LA SOCIEDAD

  Los laicos cristianos deben ser luz y sal que impregnan la realidad diluidos en ella pero sin perder su identidad. Miembros de la Iglesia en el corazón de la sociedad, y miembros de la sociedad en el corazón de la Iglesia. Seguidores de Jesus comprometidos por su fe y con su fe en todos los ámbitos de la vida: en la economía, en la política, en el,campo de la ciencia e investigación, en el mundo del trabajo, en las artes, en el ocio, en la familia, en la amistad, en el amor...

       Todas las realidades temporales son su campo de trabajo para llenarlas de Evangelio según el corazón de Dios. Tanto las grandes estructuras sociales como las pequeñas tareas cotidianas, todo puede ser vivido en sombras insípidas o con luz sabrosa. Que sea de un modo u otro depende, en gran parte,mide los laicos, que son la porción mas amplia de la Iglesia y cuyo protagonismo tendrá que ir creciendo a medida que los aires renovadores del Vaticano II sigan dando fruto y desarrollando sus potenciales riquezas de encarnación del Evangelio.

         Luz y sal para la Iglesia y para la sociedad, con frecuencia tan faltas de sabor y tan sombrías, cuando el autentico cristianismo es alegría luminosa. Si, frente a tanto aburrimiento gris, ¡Un poco de salero!